No hace falta.
No hace falta que la pauta de un cuaderno sea de 3,5 para que un niño escriba bien. Ni que los padres se gasten 70 euros en material porque así aprenderán mejor.
No hace falta que los bolígrafos sean borrables y de los de marca, de esos caros cuya tinta se agota en una semana. No hace falta que el cuaderno para matemáticas sea rojo con una cuadrícula de 5mm y que los padres se recorran las tienda físicas y virtuales en pocas horas para que su hijo no sea el último en llevarlo y, por ende, también se lleve un negativo.
No hace falta que al segundo día deban tener el libro de texto de turno para preparar unos deberes importantísimos cuando los propios profesores les han dicho por la mañana que, finalmente, en el colegio no se lo pueden prestar y que tienen que buscarse la vida para conseguirlo esa misma noche.
No hace falta que los blocs exigidos cuesten 4,50€, uno por cada asignatura, y da igual si tienes 3 hijos.
No hace falta que la carpeta sea de 20 fundas, morada, como la plastilina morada grande ( no valen dos medianas), como la Témpera de medio litro, la goma Eva morada y pegamento de trazo mágico morado.
No hace falta que los rotuladores sean nuevos, aunque sobraron suficientes del año pasado, de marca internacional, punta doble, 36 colores y caja para guardarlos, todos ellos marcados con el nombre. Ni que el estuche para un niño de 5 años sea ovalado, con cremallera de doble fondo y que quepa una regla de 20cm, a ser posible, flexible.
No hace falta que el diccionario sea el de una editorial en concreto, si, el mismo que pidieron el año pasado, pero la nueva edición de este año, no sea que hayan admitido la palabra "miembra" en estos últimos meses.
No hace falta desesperar a los padres por no encontrarlos en su lucha contrarreloj, ni a los libreros en su afán por encontrar cada producto y conseguirlo rápidamente, ni a los niños por ser los únicos que no lo llevan al día siguiente.
Fdo: una librera que estudió con libros heredados de sus hermanos hasta 10 años mayores, con cuadernos reciclados de los cajones de casa, cada uno diferente. Qué locura! Uno milimetrado, otro cuadriculado, otro de pauta y otro con una línea. Y con los bolígrafos publicidad de bancos y bares de Ávila que traía mi padre a casa tan feliz y que a mi me encantaba recibir. Y así, con todas estas incongruencias fui capaz de aprobar dos carreras, un auxiliar en delineación y un máster. Cosa de brujas. Y testimonio de que todo esto, no hace falta.
Comments
Post a Comment