El día que te fuiste ... Comenzó el invierno, los días pasaron a tener 48 horas, pues todo me pasaba más lento. Las noches se convirtieron en una estancia en Sodoma, porque no había peor tortura que el caer en cuenta que ahora eres de piedra, de hacerlo estaría en juego mi dignidad por mis incontrolables ganas de correr a estar contigo, de olvidar todo el daño, proponer arrancar las malas páginas, y comenzar un nuevo libro. Nunca fui fuerte cuando se trataba de volver, era más fácil nadar contra corriente que resistirme a ir hacia a ti, porque yo y mi tonta idea de que había nacido para estar a tu lado la sensación tan creíble, tan establecido, que hacerme ideas de caminar de la mano de alguien más me parecía hasta ofensa. Esto es como estar en funeral y escuchar una y otra vez que debes encontrar resignación, el problema es que cada vez pongo más resistencia y me ato tu recuerdo al pecho como si la vida no estaba ya arrancándomelo por la fuerza. El día que